Es inevitable cerrar los ojos y volver nuestros pensamientos al pasado, en estas fechas de Navidad y fin de año. Es por lo que yo les voy a relatar, lo que viví, lo que me contaron y aquello que hago para trasladar la historia oral y que las tradiciones no se pierdan.
En tiempo de Navidad, hacer truchas o rosquetes es muy común, sobre todo si el familiar de mayor edad aún conserva la memoria y las ganas. Cada año el realizar las truchas era un acontecimiento importantísimo, se reúnen las familias, siempre hay uno que lleva la “voz cantante”, es el que ordena el trabajo. Unos rellenan la masa, otros cierran la empanadilla bien, y la pinchan con el tenedor en la parte de arriba (labor que siempre le toca a los chiquillos de la casa), y mientras la cadena funciona, la abuela con el delantal embadurnado de harina, va friendo algunas para entregar en el momento, porque con el resto hay reparto. Unas para el médico, otras para el vecino, otras para aquel que me hizo un favor, otras cuantas para las chicas de la farmacia...
Hemos llegado a estos días, y seguimos reuniéndonos para hacer las truchas, y al final brindamos con un licor, por los que ya no están, pero que fueron los que nos enseñaron.
En cada casa, hay rituales diferentes, pero lo común es catar si ese año salieron mejor que el anterior, el año pasado quedó el relleno salado, se los recordamos tantas veces a mi madre, que este año ha salido la mejor masa de relleno que recordamos.
También este año tenemos los platos separados, estas para mi hermana (que ya me dará rosquetes de los suyos), estas para mi otra hermana (que ya me mandará la hallaca, a cambio), porque también se unen las tradiciones adquiridas por nuestros emigrantes, y Venezuela está presente.
Y los belenes… Como muestra nuestro Belén, visitado, admirado y en algún hogar imitado, en miniatura, claro. Nuestro nacimiento, que cada año,tiene una figura nueva, y la abuela se acuerda dónde la compro o quién se la regaló… Así también, ejercitamos nuestra historia oral.
Y la misa del gallo en las parroquias, sea a la hora que sea, si desde niño fuiste algún año, de mayor quieres repetir. En algunas casas, se hacen bolitas de gofio, almendra y miel, y esa noche se reparten como si esos trocitos de dulce, pudieran alegrar este año tan pesado.
Los menús han cambiado mucho desde que nuestras abuelas cocinaban y nuestras madres. Pero si rescatamos una receta, una sola que ellas hacían y la incorporamos, estaremos contribuyendo a nuestro patrimonio intangible, a la pervivencia de nuestras raíces.
Y la genealogía, tiene mucho de eso, de rescatar y traernos trocitos de nuestras raíces para crecer un poco más.
Si conservan postales de felicitación de Navidad antiguas, pueden ir observando cómo las letras y frases utilizadas han ido variando. Lo que no cambia es el deseo de felicidad y prosperidad que se expresa. Se utilizaban fotografías para felicitar también, y miren por dónde, que esto vuelve de nuevo, porque seguro que alguna fotografía de un sobrino, nieto, familiar o amigo cercano, de esas que sacan en los colegios y que entregan unos días antes de las vacaciones de navidad, pues esas, en algún árbol navideño se pueden encontrar.
Si leemos los reversos de las postales antiguas podremos descubrir algún familiar, o colocarlos adecuadamente en nuestro árbol genealógico que hemos empezado, porque… ya hemos empezado a rescatar nuestra genealogía, ¿verdad?