Después de la publicación de la última entrega de esta sección, me asaltó una duda tremendamente inquietante. Pensé que era posible que los que me lean entiendan que pretendo ser algún tipo de gurú del pensamiento positivo. Nada más lejos de mi intención. Además de conocer muy bien el daño que puede hacer el positivismo tóxico, debo aclarar que no soy psicóloga, ni coach, ni terapeuta, ni nada por el estilo. Solo soy una persona a la que siempre le han interesado los temas relacionados con la mente y que quiere compartir lo que ha llevado a la práctica, sobre todo, aquello que le ha servido para ver la vida de una manera menos sombría. Ni que decir tiene que, si notan que la negatividad les impide hacer una vida normal, deben ponerse en manos de profesionales, tal y como yo he hecho en muchas ocasiones.
Dicho esto, vuelvo al ejercicio que les había propuesto el mes pasado. Si han seguido mis consejos, ahora disponen de un listado (más o menos extenso) de cosas "buenas" que les han ocurrido en las últimas semanas, aunque solo fueran nimiedades.
Pues bien, he leído recientemente que aproximadamente un 80 por ciento de los pensamientos que procesa nuestro cerebro son de índole negativa. Por eso es muy beneficioso disponer de un pequeño oasis de bienestar en medio de esa vorágine. El listado nos puede ayudar de dos formas. En primer lugar, cuando anotamos cosas en él, estamos poniendo el foco en lo positivo; en segundo lugar, al releer lo que hemos escrito, podemos deleitarnos conscientemente por unos instantes en lo bien que nos sentimos cuando aquello nos ocurrió. Unos pocos minutos al día pueden ser suficientes para lograrlo. Esto NO va a conseguir eliminar lo negativo. Nuestros problemas y preocupaciones van a seguir ahí, pero al menos tendremos un espacio de evasión mientras buscamos soluciones o aprendemos a aceptar lo que no podemos solventar. Un salvavidas al que podemos recurrir cada vez que nos sintamos sobrepasados por las adversidades.
Este será el ejercicio que les propongo para este mes: dejarnos llevar por las buenas sensaciones que nos produjeron las cosas buenas que vamos anotando en nuestra lista.
El salvavidas
Necesito agarrarme fuertemente,
hacer mil equilibrios
en el estrecho borde de la taza
de un café bien cargado
de confidencias
y abotonarme al cuello,
una a una,
las notas sostenidas de tu risa.
Y todo por no ahogarme,
todo por no volver
a alquitranar mis alas.
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