Un papel y unas tijeras, nada más me hacía falta para pasar una tarde entretenida jugando a las pequeñas muñecas que endebles se movían entre mis manos.
Los recortables, aquel universo que descubrí cuando con apenas cinco años mi madre me regaló el primer cuadernillo de diez hojas que al abrirlo me trasladó a un mundo donde podías vestir, con un impresionante guardarropa de vivos colores a unas muñecas, qué como modelos, se dejaban colocar sobre ellas las creaciones que el dibujante había gestado para cada una de ellas.
Era increíble la destreza que llegué a tener a la hora de recortar y manejar aquellas pequeñas tijeras de mango rosa y de punta roma que guardaba como oro en paño.
Recuerdo cómo disfrutaba creando todos los posibles conjuntos con aquellos sombreros, los elegantes pantalones, las coloridas blusas, los finos vestidos, los pequeños bolsos… y en la parte trasera de cada una de ellas y de su correspondiente ropa le garabateaba su nombre, es decir, que cada una era única y personalizada.
Pero no solo había recortables de muñecas, también llegaron a mis manos los de casas, los de animales, los de soldados que le regalaban a mis hermanos y por supuesto yo les ayudaba a recortar.
Una vez finalizada la tarea de recorte los guardaba en una lata de galletas, de esas que nos regalaban en navidad o en una caja de zapatos, que al ser más grande cabían mejor y no se estropeaban.
Pero como todo en la vida, me encontré con un problema. Al ser de fino papel, muchas de ellas por el uso fueron doblando sus pequeños cuellos, por lo que mi madre me ayudó a pegarlas en un trozo de cartón y las volvió a recortar. Qué descubrimiento -pensé en mi infantil razón-, así me durarán más y no se me rompen. A partir de ese momento todas tuvieron un cuerpo duro y rígido sobre el que seguir colocando su vestimenta y accesorios.
Con los años me hice con una pequeña colección, pero opté por no recortarlos, sino guardarlos tal y como llegaban a mis manos, quizás intentado de esa manera preservar aquel recuerdo infantil.
Así cuando mi hija tenía apenas cuatro años le regalé algunos de los que atesoraba en casa y para ella, igual que un día lo fue para mí, supuso un gran descubrimiento; alternando en sus juegos las muñecas y juguetes de plástico con aquellos de papel a los que daba vida con sus pequeñas tijeras.
Qué gran mundo el de los recortables, variante de los clásicos juguetes. Según los historiadores de la materia, sus inicios se remontan a la época milenaria de China, donde por primera vez se utilizó el papel y cuyo arte, denominado el kirigami, fue el precedente de los posteriormente llamados recortables. Esta técnica se diferencia de los recortables en que estos últimos necesitan de un trazo o dibujo previo y en el kirigami se recortan las figuras directamente con las tijeras, lo que lo convierte en una técnica muy creativa.
En Europa llegan a Francia sobre el 1700 como paper dolls, figuras articuladas con diferentes trajes y que se empleaban en juegos y teatrillos para satirizar a la alta sociedad, ya que eran un entretenimiento propio de adultos de esa clase. Los trajes que se usaban para vestirlas era un reflejo de la moda de la época.
A partir de 1800, fabricantes ingleses y americanos comenzaron a editar sus muñecas recortables y en Inglaterra su uso era didáctico ya que los utilizaban para enseñar a las niñas de clase alta la forma adecuada de vestirse. Su popularidad continuó durante el siglo XIX donde llegaron a representar figuras importantes del espectáculo y de la política.
Con los años pasaron a tener diferentes funciones, y en pleno siglo XX se utilizaron como propaganda política y como vehículo de transmisión de modos de comportamiento y vestido, llegando a las clases populares por su fácil producción y bajo coste.
En España, sus orígenes nos vienen dados con la aparición de los primeros soldados de papel, año 1.790, y la aportación durante casi dos siglos ha sido muy fructífera y abundante en todos sus campos, teatros, dioramas, muñecas y construcciones volumétricas. Muchas han sido las editoriales encargadas de su elaboración, tales como editorial Estampas de España, editorial Roma, ediciones Boga, editorial Combe, editorial Toray...
Actualmente se siguen comercializando en nuevos formatos, adaptados a la época y costumbres actuales, recreando con su realidad la infancia de nuestros pequeños. A día de hoy, aquellos originales que se publicaron en los siglos pasados se han convertido en material de coleccionismo y de exposiciones itinerantes a nivel mundial, cotizándose a un elevado precio en el mercado de subastas y de segunda mano.
Pero para mí siempre serán un retazo de mi infancia muy marcado en mi existencia, y con los que compartí muchas horas mientras la lluvia caía contra los cristales de la ventana de mi pequeña habitación.