Peto y el abuelo Pino (Primera parte)

No era un día cualquiera en el Pinar de Pilancones, el Parque Natural de San Bartolomé de Tirajana. Era un día especial, un día alegre, y esto se debía a una gran noticia: ¡Pico Picapinos cumplía diez años!

Como el monte no tiene puertas, desde todos los lugares de la isla de Gran Canaria llegaban sus amigos para felicitarlo. Sí, porque a Peto - así lo llaman sus amigos- lo quieren todos. La mariposa Pandora, una de las mejores amigas de Peto, fue la primera en llegar, con su suave aleteo naranja. Desde los acantilados de la reserva natural de Guguy, llegaron sin parar de volar Vencejo, que había abrillantado sus plumas negras para la ocasión, y Guincho, el águila Pescadora, cuyas plumas de color sepia también relucían.

Cernícalo, tras haber cazado varios roedores, había emprendido el viaje desde Tirajana, al igual que Jilguero, aunque este último se había parado varias veces a recobrar fuerzas y picar algunas semillas de los cardos que bordean los caminos. Desde la reserva natural integral Inagua se acercaron Pinzón Azul, el ave de los pinares canarios, y el llamativo Herrerillo. También decidió acudir a felicitar a Peto la garza imparcial invernante, que se encontraba de paso en las aguas de la Presa de Ayaguares. De los Tilos de Moya, llegó Mirlo. Tampoco se quedaron atrás Vuelvepiedras, Zarapito y Chortilegio, que llegaban desde la costa de Tirajana.

¡Aaaaachissss! Se les oía estornudar. Acostumbrados al mar, la fragancia de las agujas de los pinos les arrancaba estornudos. Pero allí estaban ellos: ¡no podían faltar a su cita con Peto!

Autor de la imagen: Ivanevsky

Los últimos en llegar, desde el Roque Nublo, fueron Mosquitero (un pequeño pájaro de pico recto y puntiagudo que engulle insecto como si fueran sus golosinas), Alcaudón (ave que adoraba empalar a sus presas para comérselas) y Búho Chico (el más silencioso y tímido de los búhos).

¡Fue una fiesta genial! Jugaron a competir en carreras y a realizar complicadas piruetas en el aire, se pusieron al día en sus aventuras y anécdotas, contaron chistes y compartieron risas como los buenos amigos cuando se reúnen en un cumpleaños.

Al caer la tarde, ya casi todos se habían marchado, solo quedaban Pandora y Peto. Pandora notaba que a Peto le inquietaba algo.

―Peto, ¿por qué no estás contento, como en otros cumpleaños?

―Eso será lo que piensas tú, yo estoy igual que siempre.

―¡Sí, sí…! Vete a otro con ese cuento (Pandora, lo conocía muy bien).

―¿Te quedas a dormir conmigo hoy aquí? ―le invitó Peto.

Ella insistió: ¿Seguro que te encuentras bien? Recuerda que soy tu amiga. Puedes decirme si te sucede algo. Pero, Peto le repitió que estaba bien. Otro día, la mariposa Vanessa de los Cardos, buena amiga de Pandora que no había podido asistir al cumpleaños, decidió ir desde Agüimes a felicitar a su querido amigo. Ella también lo encontró distinto a otras veces y le preguntó lo mismo que Pandora. Entonces, ante tanta insistencia de sus dos amigas, Peto decidió comentarles lo que le sucedía:

―Es que quiero vivir muchos años más.

―¡Ummmm…! ―respondieron a coro las mariposas. Ninguna de las dos supo qué contestar.

Pasaron los días y Pandora y Vanesa decidieron volver a visitar a su amigo. Pero no se había olvidado de su deseo, se había obsesionado con esta idea. Le invadía el miedo a morir en pocos años; era lo normal para su especie. Entonces, Vanessa de los Cardos le comentó a Pandora: ―Se me acaba de ocurrir algo, mira, como Peto vive y se alimenta de los troncos de los pinos, ¿ tú conoces al Abuelo Pino de Pilancones, verdad?

―Pues sí….

―¿Qué te parece si le decimos a Peto que se alimente de la savia de ese Pino? Dicen que tiene más de 500 años. A lo mejor lo fortalece y le transmite su longevidad. Juntas le comentaron la idea a Peto y éste la recibió con sorpresa y alegría.

―¡Es verdad! ¿Cómo no se me había ocurrido? Gracias, amigas mías.

En un pis pas, con sus patas y la cola como apoyo, subía raudo y veloz al viejo tronco de Abuelo Pino, (porque nuestro amigo era todo un experto en subir los troncos de los pinos).

Según pasaban los días, los animalitos de la zona empezaron a inquietarse, no sólo por el repiqueteo sino porque allí, entre las fuertes ramas de Abuelo Pino, tenían su nido Papá y Mamá Cuervo y, por si fuera poco, ya habían nacido los polluelos cuando Peto empezó su faena de picotear al Pino en su tronco....

Un día se oyó en todo el Pinar: ―¡Aaaay, ay, ay, ay, aaaaaaaay...!

El quejido venía de las ramas altas de Abuelo Pino. Se trataba de mamá Cuervo, quien ya no podía más con tanto repiqueteo. Sus polluelos estaban muy, pero que muy intranquilos.

―Es Peto. Seguro que está construyendo un nido o buscando larvas para comer… ¡¡¡Tranquila!!!! ―la tranquilizó papá Cuervo.

Papá Cuervo, por su parte, le llevó una cesta de piñones a Peto a ver si así se quedaba tranquilo; pero ¡qué va! Lo de Peto era chupar aquella savia para vivir muchos años igual que Abuelo Pino. Y los días pasaban y aquello iba a peor.

―¡Cuidaaaado! ―gritaba aterrada mamá Cuervo.

―Pero ¿Qué haces, Peto? ―le preguntó Rugoso, el escarabajo.

―¡Eeeeeh! ¡Cuidaaaado. ¡Eeeeeh! ¡Basta ya, amigo! Pero ¿qué haces, Peto? ―dijo la grácil Tórtola.

―¡Ooooh! ¡Qué locura! -exclamó la diminuta ave Pico de Coral, que hasta ahora  no había dicho nada.

¡Tttttttttttttt,Ttttttttttttttttttt!  era lo que se oía día y noche en todo el Pinar. Aquel repiqueteo era insoportable. No se podía aguantar.

Pasados unos días, para asombro de Peto, oyó una voz cansada:

―De joven, fui abrigo y sombra de todos. Aún lo sigo siendo, pero ahora estoy viejo y castigado. No puedo defenderme. Mi naturaleza ha sido quemada. Sin embargo, me salvó de las llamas en una ocasión. Aun así, ya siento que mis heridas me avisan del final. Peto, me estás haciendo daño, ¡No sigas, por favorrrr! ―dijo como una sentencia.

Era el mismísimo Abuelo Pino que le estaba hablando, pero de nada sirvió, los días pasaban y aquello iba a peor.

Tórtola, El Cernícalo, y hasta Alcaudón, que vivían tranquilos en Pilancones estaban ahora bien atormentados con el repiqueteo de su amigo y habían decidido hacer una reunión con los demás animalitos del Pinar para poner fin a aquella situación.

Sin embargo, no fue necesario. Un día, de tanto picotear, Peto se dañó el pico. Andaba escondido en el hueco de un viejo tronco de pino quemado. No quería que nadie lo viera así. Todos sus amigos estaban muy, muy preocupados porque a pesar de su conducta lo querían mucho. Pandora le reprochó a su amiga: ―Tú eres la única culpable.

―¿Yoooooo? -respondió molesta Vanessa los Cardos-. Estábamos muy preocupadas por él y tratamos de buscar una solución. -Sí, pero no nos dimos cuenta de las consecuencias y del daño que podía hacer.  Ahora se trata de buscar ayuda para Peto.

―¿Y cómooooooooo? ―preguntó Pandora.

―Vamos a consultar a Rugoso, el escarabajo. Dicen que tiene poderes y que por las noches habla en jerigonza con Abuelo Pino.

Nuestras amigas no se habían dado cuenta, pero Rugoso, el escarabajo del Pinar se encontraba cerca de allí y había oído la conversación de las mariposas. Aunque Rugoso era muy, pero que muy cascarrabias, sabía ser amigo de sus amigos y ayudar a los que se encontraban en apuros. Resuelto se acercó y les preguntó ―¿Cómo está Peto?

―Mal, muy mal. No quiere salir, ni comer... En fin, tememos por su vida.

―Llévenme adonde está.

Y se encaminaron hacia el escondite de Peto. Al llegar junto a él, las mariposas lo convencieron de que se dejará ver por Rugoso.

Peto que sabía de la fama de los poderes de Rugoso salió del hueco.

―¡Halaaaa....!, si parece un pico de hoz…, sí que lo tienes dañado ―comentó Rugoso. ¿Quieres recuperar tu bello pico?

―Pues claro… ―lloró Peto.

―Pues vas a visitar a Abuelo Pino y allí, en su tronco, le vas a pedir perdón.

Por su parte, Rugoso fue donde estaba Abuelo Pino y le habló en una jerigonza que sólo ellos conocían. Peto esperó la noche para no ser visto por nadie. Al llegar justo donde se encontraba Abuelo Pino, subió como siempre por su tronco y oyó nuevamente su cansada voz: ―¡Arrepiéntete de corazón de lo que has hecho y pídele perdón a todos los que has molestado! Y oye bien, pero que muy bien: ¡Nunca más vuelvas hacer daño a nadie con tal de lograr algo! Peto juraba una y otra vez llorando que no lo haría más y con sus alas trató de abrazar al Abuelo Pino…

―Bien, ahora, cuando veas correr por mi vieja herida un chorrito de resina, restriega tu pico tres veces de derecha a izquierda en ella, vuelve a tu escondite y duerme hasta el amanecer.

Y cuentan El Murciélago del Monte y Búho Chico que, de madrugada, una luz blanca iluminó el escondite de Peto. Al otro día cuando Peto se despertó, había recuperado su pico. Un milagro había ocurrido, porque los milagros existen… ¡sí señor!

Más tarde, en todo el Pinar se escuchó a Peto pedir perdón a todos. Sus amigas agitaban sus alas en señal de alegría y, desde el tronco de Abuelo Pino, Rugoso, el escarabajo, lo miraba todo ahora más tranquilo, porque para Rugoso, un amigo en apuros es un amigo que hay que ayudar.

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