A lo largo de nuestra existencia vamos cubriendo etapas, muchas de ellas se suceden sin la percepción de atravesarlas, forman parte de nuestra actividad consciente dentro del inconsciente trascendente.
La vida nos sucede dentro del tiempo psicológico.
De pronto suena la alarma del reloj biológico, nos damos cuenta, somos conscientes del trinomio de la conciencia del espacio, el cuerpo y el momento presente. Comenzamos a sentir la vida de forma distinta, aunque incapaces de ponerle nombre, buscamos, vamos al encuentro de algo bueno, algo más allá de lo conocido, nos encontramos con la eudaimonía.
La palabra "eudaimonía" proviene del griego antiguo y se compone de "eu", que significa "bien" o "bueno", y "daimon", que puede entenderse como "espíritu" o "alma". En conjunto, "eudaimonía" se traduce aproximadamente como "bienestar humano" o "felicidad floreciente".
Este concepto, arraigado en la filosofía griega, no se refiere simplemente a la sensación de placer momentáneo o satisfacción superficial. Más bien, apunta a una forma más profunda y duradera de bienestar, que se alcanza a través del florecimiento personal, la autorrealización y la excelencia moral.
La eudaimonía está estrechamente ligada a la realización de nuestro potencial humano más elevado, a vivir una vida plena y significativa en la que se cultivan virtudes como la sabiduría, la valentía, la justicia y la moderación. En lugar de buscar la gratificación instantánea, la eudaimonía aboga por la búsqueda de un propósito más profundo y duradero en la vida, así como por la práctica de comportamientos éticos y virtuosos.
La aplicación de la eudaimonía en la vida cotidiana implica la búsqueda activa de la autorrealización y el bienestar duradero a través del cultivo de la excelencia moral y personal. Esto implica vivir de acuerdo con nuestros valores más profundos, buscar el crecimiento personal, fomentar relaciones significativas y contribuir al bienestar de la comunidad en general.
Reconocidos autores se refieren a este concepto básico de la filosofía:
Aristóteles: En su obra "Ética a Nicómaco", explora extensamente el concepto de eudaimonía, conectándolo con la ética y la búsqueda de la excelencia moral a través del florecimiento personal.
Sócrates: Aunque no dejó ninguna obra escrita, sus ideas sobre la moralidad, la virtud y la búsqueda de la sabiduría a través del autoconocimiento influyeron en el desarrollo del concepto de eudaimonía.
Platón: A través de sus diálogos, abordó temas relacionados con la virtud, la justicia y la búsqueda del bien supremo, que están intrínsecamente ligados al concepto de eudaimonía.
Estos filósofos clásicos sentaron las bases filosóficas de la eudaimonía, y sus obras siguen siendo fundamentales para comprender este concepto y su relevancia en la ética y la filosofía moral.
En la actualidad, varios pensadores contemporáneos han explorado y discutido el concepto de eudaimonía desde diversas perspectivas.
Martin Seligman: Psicólogo reconocido por sus contribuciones a la psicología positiva, ha investigado y escrito extensamente sobre la felicidad, el bienestar y la eudaimonía, presentando una visión moderna de la búsqueda de la realización personal.
Mihaly Csikszentmihalyi: Conocido por su trabajo en el campo de la psicología positiva, ha abordado la eudaimonía desde la perspectiva del flujo, explorando cómo el compromiso y la participación activa en actividades significativas contribuyen al bienestar y la realización personal.
Tal Ben-Shahar: Autor y profesor de psicología positiva, ha escrito sobre la importancia de la eudaimonía en la vida cotidiana, destacando la relevancia de la búsqueda de significado y propósito para alcanzar la felicidad duradera.
Podríamos resumir diciendo que la eudaimonía representa la realización más profunda y significativa que puede experimentar un ser humano, y su aplicación implica un compromiso continuo con la autorrealización, la virtud y la contribución positiva al mundo que nos rodea.
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