Como su propio nombre indica, es aquel en el que el espectador entra a formar parte de la propia obra, dejando de ser un mero oyente que recibe e interpreta. El espectador no solo mira la obra, sino que pasa a formar parte de esta y a usar otros sentidos que no son solo la vista. La obra no estará completa hasta que se produzca esa inmersión. De este modo el sujeto se ve implicado en la obra.
Un ejemplo muy conocido es la exposición inmersiva “El mundo de Van Gogh”, viaje sensorial al universo del pintor que pudimos disfrutar en Gran Canaria hace unos meses, en el recinto ferial de Infecar, con 1.000 metros cuadrados de pantallas que recreaban sus obras en movimiento; otro ha sido “Frida Kahlo. La vida de un mito” (biografía inmersiva de la artista que se ha podido disfrutar en Barcelona).
Otro ejemplo sencillo y muy cercano a nuestro entorno, y en el arte de la escultura, es el Belén de arena de la playa de Las Canteras, en medio del cual el espectador se puede mover con un cielo, una luz y unas condiciones meteorológicas cambiantes.
Teatro inmersivo
Es considerado como: “Una fusión entre la parte más visual y técnica de este arte, el teatro inmersivo ofrece a sus asistentes la posibilidad de formar parte del propio espectáculo, a través de los cinco sentidos”.
El público presenciará una serie de escenas teatrales y podrá abordar el escenario, hacer preguntas a los personajes (los actores) sobre el caso. En el teatro inmersivo, como en otras manifestaciones artísticas, la obra se completa con esa participación del espectador, con lo cual nunca se repetirá la misma. Esta experiencia artística enfatiza la importancia del espacio y el diseño, centrándose en la experiencia personal e individual de la audiencia.
Las compañías que hacen teatro inmersivo hoy en día están muy preocupadas por ese espacio físico, con producciones específicas en almacenes, hospitales o clubes nocturnos, y una gran atención a los detalles tangibles del entorno. Las producciones a menudo se inspiran en la ubicación o eligen el lugar en función del tema de la obra, pero la transformación de un espacio no teatral en un espacio inmersivo se practica ampliamente.
El teatro inmersivo ofrece experiencias sensuales con audiencias alentadas no solo a escuchar y ver una producción, sino también a tocarla, probarla y olerla. La comida y la bebida a menudo se presentan como parte de la experiencia y las producciones pueden contener oportunidades para interactuar físicamente con elementos escénicos.
En nuestro país está poco desarrollado todavía, pero En Madrid podemos encontrarlo, por ejemplo, en La Caja Lista; en Sevilla, el próximo mes de enero llegará Lo Invisible al Teatro de Triana; y en Gran Canaria, me enorgullece compartir que el grupo teatral al que pertenezco, Ómnibus: Teatro del pueblo, lo ha puesto en práctica muy recientemente, en esta última Navidad, en la Biblioteca Josefina de la Torre.
Los días 11, 19 y 21 (cinco pases cada día), y dentro de la programación de LPA Cultura, “Una Navidad de Cuento”, un grupo de actores de esta compañía dimos vida a personajes de la “Navidad Victoriana: una exposición viva”.
Los visitantes pudieron pasear en el universo de Dickens, interactuar con los protagonistas de su cuento más famoso, recibir información detallada de las costumbres de la época y degustar unos sabrosos dulces y ponche típicos de la Inglaterra de 1843 (servidos gracias a las mágicas manos de Olivia, una cocinera profesional, y a la mediación de la Biblioteca).
El responsable de la puesta en escena fue Félix Suárez Valerón, quien también intervino en la obra como guía, con la participación de los actores y actrices: Armando Macia Cabrera, Domingo Pérez, José Navarro, Elsa Santana, Víctor Millán Belmonte, Sara Mensah, Paqui Santana, Mari Carmen Medina, María Del Carmen Muñoz Silva, Penélope Uceda, Aída E. Alca, Gabriel Pérez, Carmelo G. González Zerpa, Ina Molina y Alejandro Suárez de las Llanderas, nuestro benjamín.
La visita, se iniciaba con el reparto de cucuruchos con castañas asadas, y culminaba en la azotea de la Biblioteca, donde esperaba la sorpresa de una amplia recreación histórica con figuras de playmóvil, obra de Jose Navarro. Un enorme y meritorio trabajo, con todo lujo de detalles, en el que el autor había incluido tres anacronismos que si se conseguían localizar, daban opción a varios premios, gestionados por la biblioteca. Toda una muestra de teatro inmersivo en la que cada grupo totalmente heterogéneo (niños, adultos, mayores, hombres y mujeres, aficionados al teatro o neófitos en este arte) interactuaba de diferente forma con los actores, que improvisábamos según las circunstancias, mientras el público era estimulado no solo visualmente, sino con olores, sabores, sonidos y texturas.
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