He llevado mis pupilas a los campos verdes, amarillos de Castilla. He vencido la gravedad para adherirme a los susurros del viento nombrando otros tiempos. Se ha colmado mi alma con la nacarada piedra formando murallas, castillos, catedrales, conventos, palacios, puentes y casas. He saboreado La flor de Castilla y en sus yemas místicas he recordado una de sus frases.
“Vivamos de tal manera que no tengamos miedo a morir”
Con la lluvia fría conocí tierras salmantinas. Jugué con las gotas de agua que mojaban mis botas, pisé sus calles de piedras, su cuadrilátero, irregular, pero, asombrosamente armónico, dijo Unamuno, de la Plaza Mayor. ¡Un gran honor llegar a la Biblioteca!
“Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee.”
Por su tinta y palabras en contra del régimen y la monarquía, fue desterrado en el año 1924 a Fuerteventura, lugar que inmortalizó en su novela: “De Fuerteventura a París”, en la pág. 193 se puede leer:
Y esta isla, esta venturosa isla de Fuerteventura, este afortunado rincón de enjuto sosiego, esta… ¡Vaya si existe!
…Existe y tiene su estilo, el estilo de la desnudez, el estilo de la sinceridad toda ella. Aquí no hay embuste ni ficción.
…Y aquí, desterrado por mi sinceridad, por ser sincero, por ser yo, por ser hombre, …aquí medito en el destierro de nuestros primeros legendarios padres.
Paseé por el amor del poeta, mirando al campo con Lerma y José Zorrilla:
Era, ¡ay de mí! Mi madre, alegre entonces,
tranquila, amante como el alba hermosa;
jamás me ha parecido otra hermosura
tan digna de vivir en mi memoria.
Vuelvo con mi retina henchida de su historia, de su paisaje, que ya son míos eternamente. Y mi niña pletórica se trae consigo a otra poeta, que permanece en una calle de su ciudad segoviana, María Zambrano:
“Prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila”