A la madre canaria que parió allende los mares
Me encantan los detalles de esta foto, me cuentan un momento trascendental de su existencia. La revista en su mano, la principal distracción que en aquellos primeros días en Caracas formó parte de las novedades de su nueva vida. Acababa de vivir una alucinante travesía en el buque trasatlántico Santa María, una jornada en alta mar llena de tristeza, nostalgia y emoción. La prima Margarita, quien le brindó una maternal compañía en su camino hacia América, la obsequió con toda clase de mimos y cuidados. Sin duda, probar por vez primera esa deliciosa bebida azucarada llena de gas, fue uno de esos detalles y una de tantas experiencias que enriquecieron aquel viaje.
Observándola me surgen interrogantes. ¿Por qué su cabello luce tan corto? Desde muy pequeña siempre tuvo una abundante y larga cabellera rubia adornada de trenzas y lazos. ¿El opaco color de su vestido a cuadros para una niña de su edad? Por fortuna, madre, nos queda mucho tiempo para seguir dando respuestas a las preguntas que me persiguen.
El recuerdo vivo de su amada abuela Luz, ausente de este plano terrenal desde hacía poco menos que un año, palpitando en su adolescente corazón, y la asombrosa imagen del variopinto puerto de La Guaira, tal vez, han moldeado esa mirada que en esta foto parece triste o quizás resignada.
Casi niña, casi mujer, mi madre enfrentó una vez más uno de tantos retos que le impuso la vida, emigró de su Mazo natal, de su hermosa isla de La Palma hacia una desconocida Venezuela que entre muchas otras cosas la adoptó y signó su camino sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.
Es ella hoy la madre canaria que, como tantas, emigró y parió hijos en otras tierras. Me tocó a mí, al igual que a mis hermanos, ser uno de esos hijos paridos allende los mares.
Desde hace tiempo late en mi corazón un anhelo, espero tener temple para llevarlo a cabo y poder hacer visible las historias de tantas mujeres canarias que parieron en tierras extranjeras, entre ellas, la tuya madre.
Gracias, mamá, es un privilegio para mí ser la hija de una hermosa y noble palmera, que nos ha amparado a sus hijos con una infinita luz y sabiduría maternal, espero tener suficiente vida para saber hacer honor a esa dignidad.