Estoy sentada a la mesa de un bar cualquiera, un día cualquiera, pues he querido encontrarme contigo. Ya sé que solo me escucharás y que solo yo tengo que tomar la decisión de contactar contigo. Me encuentro desanimada como tantas otras veces que acudo a ti; mi vida es un puro desastre y las cosas no funcionan. Mi camino se tuerce a cada instante, pues cuando no es la soledad es el desamor o la maldita suerte en el trabajo. Siempre hay un obstáculo que me impide encontrar la felicidad.
Hoy te tengo nuevamente frente a mi silenciosa, pero brillante, retadora e incluso disfrazada de engañosa caridad, de placebo inútil.
¡Ay querida y temida copa! Me brindas como solución lo que seguramente será una prolongación de mi cobardía para afrontar los problemas.
Miro tu interior, tan maravillosamente presentado, con ese color rubí, semitransparente, acompañado de un olor que serpentea hasta lo más profundo de mi cerebro, y todos mis sentidos me invitan a sumergirme en… pero no, no quiero volver a caer en tus redes. No me puedes ayudar; estoy hecha un lío. Me siento como dentro de un ovillo de hilo enmarañado del que no soy capaz de encontrar ninguno de los dos extremos. Sé que no eres el camino para resolver mis enredos vitales, pero ¡estoy tan lejos de todos ellos cuando inundas mis pesadillas y las conviertes fugazmente en felicidad fraudulenta!
Quizás arrojando mis miserias en tu interior, los efluvios del alcohol purificador las hagan desaparecer.
Tal vez seas tú mi principal problema y no sé verlo. Estoy sola ante el precipicio de mis inseguridades y ante un peligro ya conocido, tú.
“Señor que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”
- Señora, ¿me escucha? ¿Le ocurre algo? ¿Se encuentra mal? Si quiere le traigo algo de comer.-
.-¡Huy qué susto! Replico sobresaltada, pero en el fondo agradecida y resuelta respondo:
No gracias, estoy bien (¡qué mentira más grande!) retíreme, por favor, la copa de vino y tráigame una infusión calentita y un donut.
Mientras ordeno mis ideas y las convierto en palabras, escucho una y otra vez su voz desgarrada, profunda, casi declamando y tan particular que se conjuga a la perfección con todo lo que manifiesta dolorosamente la canción.
En el último trago es una canción que muestra con tristeza los sinsabores del amor no correspondido y que lleva sumergirse en el pozo del alcohol. Fue compuesta por el gran José Alfredo Jiménez Sandoval, actor y cantautor mexicano que nos regaló canciones que adquirieron una gran difusión, muchas de ellas interpretadas por Chavela Vargas.
Chavela Vargas (María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano), fue una magnífica cantante costarricense mexicana. Se caracterizó por su vida azarosa de lucha contra la sociedad de aquella época y contra ella misma, debido a su condición sexual, a la soledad y al desamor que le llevaron a caer en el alcoholismo, del que salió según ella gracias a la canción. Mujer rebelde, pero fiel a sí misma, luchó por los derechos de la mujer. Fue llamada “la dama del poncho rojo” y “la chamana”. Su voz se caracterizaba por ser “la voz áspera de la ternura”. En el año 2007 fue distinguida con el Grammy a la excelencia musical. Falleció en el año 2012 a la edad de 93 años.
Rindo homenaje en este artículo a Chavela Vargas y a todas las mujeres que se han enfrentado al mundo por hacer valer sus ideas y luchar para superarse a sí mismas. A continuación dejo un enlace con la canción en la versión de la dama del poncho rojo. Fantástica.
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