Era la primera vez que visitaba la isla de La Palma

De frente a la ventana, y dudando de si me acercaba o no, quería con una curiosidad infinita mirar a través del cristal. Imaginaba a la niña de cabello rubio con gruesas trenzas, sentada en el piso de madera jugando con su muñeca Marilú. Por fin, llenándome de valor para franquear la privacidad del lugar, me acerqué y apartando cuidadosamente las ramas floridas de la hermosa enredadera, alzándome de puntillas, pegué mi rostro al cristal y la pude ver a través de la vieja y empolvada ventana, allí estaba ella, la encantadora niña; absorta peinaba la cabellera negra de su bonita muñeca.

Mi abuela no me había mentido, todo era tal cual como ella me lo había contado: la casa roja grande e imponente al lado, el aljibe y la escalera en la parte de enfrente, un amplio salón con piso de madera, mucha vegetación alrededor y la ubicación, la casa estaba a la orilla de la carretera.

Las numerosas historias que se agolparon en mi memoria y que revivieron al estar mirando a través de la ventana, me indicaron que efectivamente ella había vivido allí. Era la encantadora niña, mi madre, y esa era la casa donde había transcurrido su infancia, casa que reconocí caminando cuidadosamente calle abajo apenas llegué, y sin más guía que los preciados recuerdos que guardo de las historias que me contó mi abuela en mi niñez.

Era la primera vez que visitaba la Isla de La Palma y por ende el pueblo de Mazo, recuerdo que al día siguiente de llegar allí, me levanté muy temprano y me fui a caminar por los alrededores y ahí estaban los lugares numerosas veces descritos en las historias oídas en mi infancia: la Iglesia de San Blas, el cementerio, la plaza del Ayuntamiento, la casa roja y por supuesto la casa donde habían vivido mi bisabuela, mi abuela y mi madre. Ese acogedor pueblo lleno de árboles y flores, donde sanas e inocentes costumbres que sobreviven hoy y que conviven con la modernidad y el adelanto de los tiempos, pareció darme una familiar bienvenida. Entré al cementerio que parecía un jardín florido, y en aquel momento creí que leyendo los nombres plasmados en las criptas me reencontraría con mis antepasados.

Aquel mi primer verano en Canarias, (agosto 2008), crucé el mar para llegar a la hermosa Isla con forma de corazón, y aprovechando el tiempo al máximo logré que La Palma me mostrara sus encantos, en sus miradores logré atrapar la inmensidad del mar y del cielo y en cada rincón visitado ella me atrapó a mí.

Pero sin duda alguna, durante todo el tiempo que estuve allí, me arrullaron las historias de mi abuela; benditas las palabras contadas que nos hacen revivir y reconocer mágicamente la belleza de lo ya vivido, por otras personas, en otros tiempos y en otros lugares. Todo era como ella me lo había contado.

Paletas y pinceles

LETRAS CANARIAS

Caricaturas, papel y tinta - NÉSTOR DÁMASO DEL PINO

Desde mi balcón - JOSE LUIS REGOJO

Gotitas de agua - JOSÉ ACOSTA

Viajando por los versos - ROSA GALDONA

Bailes tradicionales canarios - LUISA CHICO

Artdeser - ESTEBAN RODRÍGUEZ

El pejeverde - Raquel Reyes

La magia del teatro - INA MOLINA

FRASES Y REFLEXIONES PARA AYER, HOY Y MAÑANA - ALBERTINE DE ORLEANS

Epistolar - INMA FLORES

Nopasaeltiempo - CARMELO G. GLEZ. ZERPA

Retratos de nuestros paisanos - JOSÉ LANTIGUA

Tradiciones - ISABEL GONZÁLEZ

El nido de la graja - EVA CASTILLO

Sección infantil: Arcoiris de cuentos - TANIA RAMOS

Mi cuaderno de danzas - ISA HERNÁNDEZ

Hablando de amigos… - LUIS ALBERTO SERRANO

La memoria intacta - MARÍA DE LA LUZ

Contando canciones - MATALE AROZENA

El legado de los abuelos - TOÑI ALONSO

Las retahilas de Candi - CÁNDIDA MEDINA

Amar el amor - LANGE AGUIAR

Memorias con historia - GLORIA LÓPEZ

Miscelánea tradicional - MOISÉS RODRÍGUEZ

Palabras del alma - BALBINA RIVERO

Amanece, que no es poco - ANGIE HERNÁNDEZ

Fuente de poetas

Fogata de relatos

Novedades literarias