Cuando se estrenó Sor Citroën yo no era ni siquiera un proyecto. Fue en 1967, pero el personaje de la simpática monja, que interpretaba Gracita Morales permaneció durante muchos años en el lenguaje habitual de los adultos y, ya cuando vi la famosa película española, en mi mente, vivía el estereotipo de la monja moderna que conducía, al principio de forma torpe, un Citroën. Sor Josefa Argote, nacida en Burgos, pero “adoptada” por los palmeros y, en especial, por los garafianos, sí era diestra en la conducción. Y en las labores de enfermería, que ofrecía a quienes la necesitaran, fuera la hora que fuese.
Yo crecí con el eco de esa Sor Josefa, que para mí se convirtió, en mi mente de niña, en una Sor Citroën, porque siempre oía decir que había ido a buscar con su coche a tal enfermo, a llevar a tal otro al médico, a visitar a fulanita, a llevar medicamentos a fulanito. Y muchas de estas actividades las realizaba a deshoras. Casi siempre la conversación era la misma: “¿Y fue a esas horas? Sí, doña María tenía mucha fiebre. ¿Y volvió sola luego? Sí, ella sola conduciendo en la madrugada por esas carreteras tan malas. Cualquier día pasa una desgracia”.
Con el tiempo supe que Sor Josefa llegó a Garafía, en octubre de 1977, mi año de nacimiento, así que ahora entiendo por qué fue un personaje de mi infancia, uno de esos que se recuerda como parte del proceso de crecer. Desde entonces trabajó en la Asistencia Pública Domiciliaria de la Seguridad Social, pues era enfermera. Para mí era una mujer mágica, que parecía estar en todas partes, cuyo nombre siempre surgía al hablar de una persona que estaba enferma o un mayor que vivía solo y necesitaba compañía. Quienes no conozcan Garafía no pueden imaginarse lo difícil que puede ser acceder de un barrio a otro. Hoy, un coche nos lleva a casi todas partes, pero en los años setenta y ochenta aún existían carreteras de tierra, con los barrancos bien a la vista, en
una tierra rica en Naturaleza, pero que, en una noche de lluvia y frío de invierno, podía convertir la bajada a un barrio en un lodazal. Sor Josefa era una superheroína que parecía no tener miedo a nada, salvo a no poder llegar a tiempo para ayudar a la persona enferma que la necesitaba.
Como si el día tuviera más horas para ella que para los demás, Sor Josefa participaba también de las iniciativas sociales que se desarrollaban en su tiempo en el municipio palmero, como la creación del centro de la Cruz Roja de Llano Negro y también acudía cuando los incendios se cebaban en el monte garafiano.
Tal como temían muchos de los que la conocieron, Sor Josefa Argote dejó este mundo por culpa de un accidente en la carretera. Venía, como no podía ser de otra forma, de la casa de un enfermo que necesitaba sus cuidados y medicamentos. Fue un 19 de septiembre de 1995, día de su cumpleaños, como si Dios hubiera querido llevársela para festejar con ella, en la carretera general de Gallegos-Franceses, que tantas veces había recorrido.
Hija Adoptiva de Garafía, hoy me la imagino conduciendo en otro lugar, en el cielo en el que siempre creyó, contenta de que hayan dado su nombre al Centro Asistencial de Franceses, uno de los pocos recursos residenciales y sanitarios con los que cuenta hoy esa Garafía suya. No sé qué ocurrirá en el futuro, pero todavía somos muchos los adultos que recordamos que, cuando éramos niños, una monja conducía un coche y cruzaba, día y noche, las carreteras del pueblo de nuestros abuelos, como una heroína de cuento, y su nombre siempre aparecía, como un pilar al que aferrarse, cuando alguien se sentía enfermo.
Si te gustó este artículo y deseas ver el anterior, pincha en este enlace.