Intento profundizar en algo que es complejo. Lo hago por variadas razones, como son las miradas -que las hay y muy cariñosas-, y lecturas -que también las hay, y muchas, que le hacen a mis escritos cada día-, viniéndome a la mente una afirmación tan tajante que uno de aquellos primeros lectores hizo, hace ya tanto pero que aún tengo presente.
Me dijo, sin vacilar, que todo lo que escribiera que fuera más allá de una frase nadie lo leería y que si mi interés era que me pusieran un dedito alzado, igual alguno me lo pondría pero que no pretendiera que la lectura se hiciera un hábito. No sabía que este que escribe era docente, teniendo el deber moral de transmitir valores y conocimientos, además de nutrirse de lo que cada alumno le aportaba diariamente y aquí, en este mágico medio que nos brindan las redes sociales, también ha sucedido pues ha sido un darse mutuamente, un feedback constante y enriquecedor.
¡Qué equivocada estaba aquella persona! Sé que hay deditos alzados por cariño, por amistad, por solidaridad, por amabilidad y por otras muchas razones, pero también sé, desde el primer instante, que se lee poesía y que se reflexiona con ella; que hay quienes recuerdan escritos y poemas; que hay amigas y amigos que comprenden o interpretan a su manera lo que se ha compartido, siendo tan válido lo uno como lo otro.
No quería finalizar sin decirles que desde aquellos primeros años conservo lectores y amigos que para mí han sido como mi familia, estando presentes todos y cada uno de los días transcurridos desde entonces y esa es la mayor de las alegrías, el premio soñado hecho realidad.