Hay lugares donde el mar
azota los muros pidiendo auxilio
y las olas rugen en el misterio
que deja el tiempo a su paso.
Una memoria calcinante
aguas adentro,
por la blanca arena del olvido.
Los pasos de la desolación
buscando asilo en las paredes
del abandono.
Las aceras huelen a soledad cansada mientras un vómito de ausencias se asoma al vertedero casual de la noche.
La vida hecha trizas
y los corazones heridos de muerte.
La tristeza errante
en los ojos del miedo.
Una vez hubo un sueño
que rondó las casas vacías
buscando un cuerpo,
tal vez una mirada perdida
en la oquedad de esta bruma espesa.
La apología del tránsito
en el eco de los años baldíos.
Quizás sólo sea este estruendo
de habitaciones ventiladas
que dan al mar de la locura.