Desde mi balcón, al atardecer, veo a los dueños de perros pasear por la playa del puerto de pescadores que les da la bienvenida con un cartel de ‘Prohibida la entrada de perros’. Ellos, los perros, no saben leer. Tal vez ese sea el motivo por el que acaban retozando y jugueteando con las olas, olisqueándose unos a otros, meando y cagando entre las rocas o en esa arena donde, por la mañana, retozarán y jugarán niños, mayores y jóvenes que han ignorado el cartel que indica ‘Prohibido el baño’.
Los dueños de esos canes, quienes se supone que sí saben leer, están en grupo charlando, fumando y tirando las colillas sobre la arena, mientras juegan con los perros, lanzándoles pelotas para que corran y hagan ejercicio. Así pasan un buen rato, hasta que, satisfechos todos, se retiran. Algunos incluso olvidan las latas de cerveza y botellines de plástico de agua que habían llevado consigo.
Llegado a este punto, no quiero que el lector o lectora se lleve la impresión de que culpo a los perros. En absoluto. Solo son animales que siguen su instinto natural.
Se da la casualidad de que mientras preparo este artículo, leo una estadística según la cual, en Canarias, proporcionalmente, ya hay más perros que niños menores de 15 años. Los entendidos argumentan que esto se debe a que las mascotas ayudan a paliar la soledad de las personas, por un lado, y al descenso de la natalidad originado por la inestabilidad laboral y económica de las familias jóvenes, por el otro.
El archipiélago ya es la segunda de las diez zonas europeas con menor tasa de fecundidad, con un índice de 1,05, en un ranking que encabeza Asturias, 1,03, y donde cinco regiones españolas ocupan los primeros diez lugares. Vamos en una carrera sin frenos hacia lo que se conoce como suicidio demográfico. Además, la edad media de maternidad es cada vez más elevada, superior a los 31 años.
A nivel nacional, la comparativa del año 2018 también es contundente: 13 millones de animales de compañía frente a 7,4 millones de niños menores de 15 años. Algunos datos adicionales: en 2017, en la ciudad de Madrid, había el doble de canes, 281.399, en comparación con críos de 0 a 4 años, 141.993. Y cifras todavía más elocuentes, las de la mencionada Asturias, donde había 163.627 perros registrados, un total de 13,000 más que menores de 20 años, 150.674.
¿Por qué se tiene un perro antes que un hijo?
- No causan tantos problemas ni exigen tanto como los hijos.
- Su compañía es beneficiosa para combatir la soledad.
- No se quejan cuando estamos demasiado tiempo enganchados a las redes sociales, videojuegos, WhatsApp, Instagram, etc.
- Son amigos incondicionales que no preguntan ni exigen, siempre están a tu lado y jamás te abandonan.
- Nos obligan a salir de casa y hacer ejercicio.
- Ayudan a recuperar las ganas de vivir, a aliviar el dolor, a superar obstáculos, a recobrar movilidad y a resolver dificultades relacionales.
- Es más fácil comprarlos que encontrar una pareja en una sociedad donde invadir el espacio y el tiempo de nuestros vecinos, amigos o compañeros no es socialmente aceptado.
- La relación con ellos no es tan complicada como una de pareja, ya que en esta última hay poca tolerancia y el compromiso no está de moda.
La natalidad desciende a un ritmo vertiginoso y si antes se veían calles con familias paseando carritos de bebé, ahora compiten, más que nunca, con las mascotas. Los modelos de vida están cambiando y su presencia ha ido creciendo en los últimos años. A escala estatal se estima que los hogares tienen un 44 por ciento más de mascotas que antes de la pandemia de Covid.
Sin embargo, a pesar de todo lo expuesto, en la isla se abandonan 2.500 perros de media cada año.