En ciencia ficción, se llama ucronía a un relato, histórico casi siempre, en el que se narra lo que pudo haber ocurrido si un determinado suceso histórico hubiera seguido un rumbo distinto. Por poner un ejemplo clásico, cómo hubiera sido el mundo actual si los nazis hubieran ganado la guerra. O si Colón no hubiera llegado a América. El lector puede imaginar montones de ejemplos por el estilo.
Otra posibilidad que se plantea es que todas esas ucronías existan realmente… en otros universos paralelos. En tal caso, ¿se imaginan viajar a otro universo donde la historia de las islas fuera distinta? No sé, podemos imaginar que Nelson consiguió conquistar Santa Cruz en 1797. Lo dejo como ejercicio.
En esta ocasión, traigo al Rincón de Tehonón, o sea la Fortaleza de Masca, un relato mío que describe un mundo algo diferente, gracias a un conocido personaje histórico que, en vez de escribir novelas, se puso a inventar.
Pero les dejo, pues Zenén tiene que hacer su… (y repito el título pues aquí es donde debe ir)
TAREA DE HISTORIA
Zenén no cogió la guagua al salir del cine. En lugar de ello, prefirió volver caminando a su casa. Mientras andaba por la calle pensaba en un artículo que había leído hacía poco en una revista.
Según el artículo, cada vez que uno tomaba una decisión se abría la puerta de un universo alternativo. Sería gracioso que por el simple hecho de no coger la guagua, el universo de Zenén hubiera cambiado...
Se sentía algo raro, pero debía ser pura imaginación. No cabía duda de que la película le había influido. Era una historia de un chico que había construido una máquina del tiempo y se había quedado trabado para siempre en el mismo segundo. Lo más destacable, la música (era de su grupo favorito) y los efectos especiales. El resto, pura bazofia.
Llegó a su casa.
Su madre estaba en la cocina, como siempre, haciendo la comida. Nada raro, todo normal.
Su padre estaba delante del televisor, con el sensor cerebral puesto. Nada especial, todo como siempre.
¿Sensor cerebral? Zenén siente de nuevo algo peculiar. Pero no lo entiende.
En su casa tenían sensores cerebrales adaptados para cada uno. Los tenían desde que Zenén podía recordar.
Bueno, ¡al trabajo! Le esperaba un examen de Historia Contemporánea para el día siguiente. Aunque Zenén ya se sabía todo el tema, no estaba de más un pequeño repaso…
«Jules Verne nació en Nantes, Francia, el 8 de febrero de 1828 y murió en Charleston, USA, el 24 de marzo de 1905. Durante su juventud intentó patentar diversos artefactos, pero nunca se aceptaron sus patentes en la Oficina de Patentes de París, donde se consideraban sus ideas totalmente estrafalarias y poco dignas de crédito. Ante sus fracasos como inventor, Verne intentó la escritura, pero sus obras hallaron escaso eco entre los franceses, quienes lo consideraban demasiado fantasioso. Es particularmente notoria su novela «De la Tierra a la Luna», que sólo llegó a editarse en 1950, logrando un éxito que hubiera sorprendido incluso a su autor.
En 1895 un paupérrimo Verne logra embarcarse a los EEUU y nada más llegar traba amistad con Nikola Tesla. Juntos, trabajan en diversas patentes que llevan a la práctica con el apoyo financiero de George Westinghouse, fundador de la empresa con el mismo nombre. La Westinghouse es la pionera de las transmisiones de electricidad sin cables. En 1899 se une al grupo el italiano Guglielmo Marconi.
Poco antes de morir, en 1905, Verne consiguió patentar su mayor logro, el casco cerebral. En su tosca versión inicial permitía reproducir algunos pensamientos. Este invento de Verne quedó completado con el receptor inventado por Marconi un año más tarde.
Aunque Alexander Graham Bell había inventado el teléfono en 1876, éste dependía por completo de cables. En 1910 Bell logra patentar un «teléfono mental», sin cables, pero el grupo Westinghouse compra su patente por 5.000 dólares.
El que fuera enemigo de Tesla, Thomas Alva Edison, se suicidó en 1931 ante sus reiterados fracasos comerciales. El inventor de la bombilla incandescente no pudo lograr el éxito en su empresa, después de que Tesla sacara al mercado su bombilla de encendido a distancia, basándose en algunas ideas de Verne».
Zenén se quitó el casco. Era una pena que el profesor López no dejara usar los cascos en clase...
Aún seguía con la sensación de que algo había cambiado. Pero no daba con ello.
Bien, a dormir que mañana sería otro día. Y tenía un examen que hacer.