Hace tiempo, disfrutaba yo del Carnaval de Tenerife como las locas, exactamente igual que generación tras generación lo hacíamos, y lo siguen haciendo, todas las personas que aman las fiestas y tradiciones de esta bendita tierra.
Actualmente, ese Carnaval se ha desbordado por la masiva afluencia de público que viene de afuera, eso es bueno porque impulsa la economía de esta tierra tan carente de recursos, pero nos priva, a los que amábamos el Carnaval del “¿Me conoces mascarita?”, de poder seguir disfrutando del anonimato tras una máscara o antifaz por motivos de seguridad. ¡Una pena!
Los canarios, vivimos el Carnaval con los cinco sentidos.
El oído es quizá el principal, porque a través de él nos llegan los sonidos de la música que resuena por doquier, desde los coches engalanados hasta los escenarios en los que las orquestas nos invitan a bailar, impulsando a nuestro cuerpo a moverse al ritmo de los sonidos latinos que son los protagonistas casi principales en todos los rincones.
El olfato… ¡Ay Dios el olfato! Este tiene dos vertientes diferentes, en la parte positiva el aroma de los pinchos, las almendras garrapiñadas y de los churros de la madrugada; y en la negativa el olor a orina que impregna las calles donde se desarrolla el Carnaval y que sigue ahí por días, a pesar del arduo trabajo que realizan las cuadrillas de limpieza, mañana tras mañana, llevándose por delante no solo ese olor, sino la basura y a algún resacado/a que duerme la mona en una acera.
El gusto. Aquí volvemos a recordar los deliciosos churros, las almendras, los pinchos o los bocadillos de La Garriga que tantos estómagos carnavaleros han llenado. Por no nombrar los miles de litros de cerveza y otros licores que la gente consume en esas fiestas multitudinarias.
Para el sentido del tacto reservamos los abrazos aquí y allá. Los alegres besos de los reencuentros con personas que no hemos visto en tiempo y, por qué no decirlo, el sexo circunstancial que don carnal propicia año tras año. ¡Cuántos niños nacidos en noviembre no serán producto de una noche loca de Carnaval!
Y la vista, esa que nos hace llegar el majestuoso colorido del Carnaval. El brillo de las lentejuelas y colores, colores, colores entremezclados que consiguen llenar nuestros corazones de alegría ante tanta belleza producto de la creatividad de nuestra gente que sueña, un año tras otro, con el disfraz que lucirá en los siguientes carnavales.
Y tú… ¿Ya tienes pensado el tuyo para el 2025?