El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, proclamado por Naciones Unidas en el año 1975. Conmemora la lucha histórica llevada a cabo por las mujeres, principalmente, para mejorar las condiciones laborales de ellas, extendida a todos los ámbitos de su vida. Gracias a una labor conjunta de la sociedad, el progreso de las leyes, la escolarización, estudios superiores, y acceso a la cultura.
Afortunada la mujer de este hoy, que tejió su ayer, como se deja constancia en el padrón de 1779 en Vilaflor de Chasna.
Casa n.º 7. Rita Suárez, mujer libre, su edad 60 años, su oficio, tejedora; Antonio Salazar, hijo de la dicha, su edad 40 años, es simple. Son muy pobres.
Casa n.º 8. Catalina Josefa Rivero, de estado honesto, su edad 41 años, su oficio, hilar. Esta casa es pobre.
Casa n.º 298. María Rodríguez, viuda, 49 años, educa sus hijos; José, hijo, 15 años; María, hija, 13 años: pasa con trabajos.
Casa n.º 50. Lorenza Francisca Sarabia, su edad, 68 años; Antonia, hija, 22 años, sirve a su madre; Juan Camelllo, su hermano, 79 años. Estos pasan bien, tiene casa propia con su sitio de árboles, 6 fanegadas de tierra, una yegua, una jumenta, tres lechones, 4 colmenas, una viña grande.
Los libros son la memoria del ayer, para comprender el presente del hoy. Así, en Burgados, tomates, turistas y espacios protegidos, de Fernando Sabaté Bel, comprobamos la evolución y adaptación al lugar que habitan estas mujeres del sur aislado y volcánico. Descrito por un trabajador agrícola de la comarca, convocados en asamblea, a mediados del siglo XX.
¡Amigos míos, un momento de silencio que ahora voy a hablar yo! ¡Que yo he andado muchos pueblos y he estado en Fasnia y en El Escobonal!
Porque cuando la quinta mía, ir a Santa Cruz habíamos dos. Y los demás no habían pisado Santa Cruz, ni de repente El Escobonal, ni … ni el Lomo de Arico. El que había llegado andando hasta El Escobonal, era bastante.
Por su historia, la mujer resurge, y es hacedora de bienes, por múltiples oficios: “sus labores”, junto con el cuidado de la casa, hijos y familia. Fueron las que despedregaron para hacer suelo cultivable, las que lavaban en los canales, buscaban el agua y la leña, cogían la sal o hacían gofio de vidrio, las que curaban, o eran parteras, las que zurcían, tejían, mientras cantaban Isas o Folías. Entretejiendo los tiempos, cogieron cochinilla, fueron jornaleras del campo con el florecimiento del tomate, otras comerciantes. Muchas pasaron a ser limpiadoras con el boom turístico. Pero siempre honorables, y con el propósito de que sus hijos estudiaran para elegir otra forma de ganarse el pan.
No saber leer ni escribir las hacía conscientes de que en el acceso al estudio y a la cultura estaba la economía propia que proporcionaba libertad, y no en la diferencia de sexo.
A mis bisabuelas, a mis abuelas y a mi madre, a todas las madres; gentes del lugar y noble donde las haya. Por la educación, educación y más educación. Así, dijo el poeta Pedro Calderón de la Barca:
¡Venciste, mujer, venciste con no dejarte vencer!