A veces en las noches en que el cielo y la tierra sostienen entre sí los íntimos coloquios.
¡Qué larguísimos pasos y que sabrosas huellas bajo nuestros pies!
Son huellas en el camino, en la madrugada,
sensible como una carne nueva.
Tu presencia es más fuerte que la sangre del mundo
por ser una presencia amorosa; más alta que la torre, que el árbol, que la casa, que el humo
y tiene en la elegancia el caído
reposo del surtidor quebrado.
Tu presencia me empaña la fina vidriería del pensamiento, y moja mi sangre no sé cómo.
Así si lloro o río un aroma muy tuyo me satura la boca,
que esta presencia fiel o esta presencia tuya, es de revueltos ángeles
que buscan algo en mí